Tres nuevos libros hablan de esta idea de presagio. Stephen
King, un veterano economista de la City convertido en asesor político y
consultor, y Bill Emmott, exdirector de The Economist, exponen que el
populismo ha sometido al liberalismo a una intensa presión. Finbarr
Livesey, un académico de Cambridge experto en ingeniería, añade que las
nuevas tecnologías están invirtiendo el proceso de globalización.
La tesis general de King en Grave New World y de Emmott en The Fate of the West es que el sistema de apertura económica y política conseguido desde la Segunda Guerra Mundial y extendido tras el colapso de la Unión Soviética sufre una amenaza sin precedentes. La pérdida de confianza en los movimientos políticos establecidos, a causa de la crisis financiera global y de la desigualdad económica, ha dado pie a un auge del populismo y a un rechazo de los valores liberales sobre los que se sostienen la globalización y la democracia. Algunos indicadores de libertades muestran que muchos países reinciden en la violación de las libertades civiles, la democracia y la libertad de prensa.
Sin embargo, episodios recientes y la historia sugieren que el liberalismo aún puede estar vivo. El Brexit parece haber fomentado un sentimiento de solidaridad entre los miembros restantes de la UE. En las elecciones de Holanda y Francia se ha impuesto el centro. Y las voces más calmadas dentro del Gobierno estadoundiense han evitado por el momento que la retórica proteccionista del presidente Donald Trump se convierta en una política destructiva. Podría argumentarse que, lejos de sucumbir al populismo político tras la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, la economía y la democracia mundiales han resistido sorprendentemente bien. El Brexit en Reino Unido fue, básicamente, la resolución de un conflicto recurrente desde hace décadas. Y en EEUU, si el sistema electoral respetase el voto popular, estaríamos hablando de la consolidación del liberalismo en la nación.
El libro de Emmott termina ofreciendo soluciones generales para los políticos, pero mucho más interesantes son las partes en las que analiza los países uno por uno, diagnosticando sus problemas sociales y económicos, y prescribiendo curas para aumentar el crecimiento y favorecer el éxito y la estabilidad.
De manera similar, King aborda la idea de que existe una única comunidad internacional con un conjunto acordado de objetivos e ideas. El término "Occidente", como representación del liberalismo político y económico, es un constructo intelectual muy ligado a las acciones de EEUU y Europa a lo largo de los siglos. Su uso puede confundir, más que iluminar, las cuestiones subyacentes.
Por su parte, el libro de Finbarr Livesey, From Global to Local, pasa del aspecto político al técnico. El futuro de la globalización puede depender más de algo tan simple como una impresora 3D que de una lucha de ideas. Su libro aprueba la idea de que los políticos proteccionistas son una amenaza para el comercio mundial, pero se centra principalmente en el progreso impersonal de la tecnología.
La globalización de la manufactura en los últimos 30 años, con especial incidencia en China, ha sido motivada por el "arbitraje de los costes laborales", externalizando la producción donde los salarios son bajos. Pero esta fase de la globalización está llegando a su fin. Ahora que los robots son cada vez más baratos y eficientes, y reemplazan incluso a los trabajadores baratos, la fabricación puede acercarse de nuevo a las economías desarrolladas donde se consumen los productos. La economía mundial se desglobalizará. Los países en vías de desarrollo ya no tendrán las mismas oportunidades para sacar a sus trabajadores de la pobreza.
El argumento de la desglobalización técnica aún tiene que reflejarse en datos. Pero el comercio de bienes manufacturados es sólo una forma de globalización. Los movimientos transfronterizos de datos y servicios también tendrán una importancia cada vez mayor, y aquí, las mejoras tecnológicas apuntan en la dirección de un aumento del comercio exterior.
Puede que el populismo sea un fenómeno internacional, pero la solución empieza en casa. Como han evidenciado los recientes acontecimientos en Francia, el alejamiento del liberalismo no es inevitable. La economía de mercado y la democracia se han dado por muertas en muchas ocasiones, obstaculizadas por dos guerras mundiales y la Gran Depresión, pero han sobrevivido. El valor y el liderazgo político pueden invertir lo que hasta hace poco parecía una tendencia imparable.
Fuente: http://www.expansion.com/economia/politica/2017/05/22/5921b74ae2704ea1718b45ee.html
La tesis general de King en Grave New World y de Emmott en The Fate of the West es que el sistema de apertura económica y política conseguido desde la Segunda Guerra Mundial y extendido tras el colapso de la Unión Soviética sufre una amenaza sin precedentes. La pérdida de confianza en los movimientos políticos establecidos, a causa de la crisis financiera global y de la desigualdad económica, ha dado pie a un auge del populismo y a un rechazo de los valores liberales sobre los que se sostienen la globalización y la democracia. Algunos indicadores de libertades muestran que muchos países reinciden en la violación de las libertades civiles, la democracia y la libertad de prensa.
Sin embargo, episodios recientes y la historia sugieren que el liberalismo aún puede estar vivo. El Brexit parece haber fomentado un sentimiento de solidaridad entre los miembros restantes de la UE. En las elecciones de Holanda y Francia se ha impuesto el centro. Y las voces más calmadas dentro del Gobierno estadoundiense han evitado por el momento que la retórica proteccionista del presidente Donald Trump se convierta en una política destructiva. Podría argumentarse que, lejos de sucumbir al populismo político tras la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, la economía y la democracia mundiales han resistido sorprendentemente bien. El Brexit en Reino Unido fue, básicamente, la resolución de un conflicto recurrente desde hace décadas. Y en EEUU, si el sistema electoral respetase el voto popular, estaríamos hablando de la consolidación del liberalismo en la nación.
Punto intermedio
La verdad se encuentra en un punto intermedio entre la desesperación y el entusiasmo. La parte más interesante de los libros de Emmott y King es cuando analizan los detalles. El Brexit y Trump ganaron, en gran medida, por los votantes más mayores que se sentían olvidados. Pero el apoyo al Frente Nacional se registró principalmente entre electores jóvenes que se consideran excluidos por un país gestionado a favor de las élites consolidadas.El libro de Emmott termina ofreciendo soluciones generales para los políticos, pero mucho más interesantes son las partes en las que analiza los países uno por uno, diagnosticando sus problemas sociales y económicos, y prescribiendo curas para aumentar el crecimiento y favorecer el éxito y la estabilidad.
De manera similar, King aborda la idea de que existe una única comunidad internacional con un conjunto acordado de objetivos e ideas. El término "Occidente", como representación del liberalismo político y económico, es un constructo intelectual muy ligado a las acciones de EEUU y Europa a lo largo de los siglos. Su uso puede confundir, más que iluminar, las cuestiones subyacentes.
Por su parte, el libro de Finbarr Livesey, From Global to Local, pasa del aspecto político al técnico. El futuro de la globalización puede depender más de algo tan simple como una impresora 3D que de una lucha de ideas. Su libro aprueba la idea de que los políticos proteccionistas son una amenaza para el comercio mundial, pero se centra principalmente en el progreso impersonal de la tecnología.
La globalización de la manufactura en los últimos 30 años, con especial incidencia en China, ha sido motivada por el "arbitraje de los costes laborales", externalizando la producción donde los salarios son bajos. Pero esta fase de la globalización está llegando a su fin. Ahora que los robots son cada vez más baratos y eficientes, y reemplazan incluso a los trabajadores baratos, la fabricación puede acercarse de nuevo a las economías desarrolladas donde se consumen los productos. La economía mundial se desglobalizará. Los países en vías de desarrollo ya no tendrán las mismas oportunidades para sacar a sus trabajadores de la pobreza.
El argumento de la desglobalización técnica aún tiene que reflejarse en datos. Pero el comercio de bienes manufacturados es sólo una forma de globalización. Los movimientos transfronterizos de datos y servicios también tendrán una importancia cada vez mayor, y aquí, las mejoras tecnológicas apuntan en la dirección de un aumento del comercio exterior.
Puede que el populismo sea un fenómeno internacional, pero la solución empieza en casa. Como han evidenciado los recientes acontecimientos en Francia, el alejamiento del liberalismo no es inevitable. La economía de mercado y la democracia se han dado por muertas en muchas ocasiones, obstaculizadas por dos guerras mundiales y la Gran Depresión, pero han sobrevivido. El valor y el liderazgo político pueden invertir lo que hasta hace poco parecía una tendencia imparable.
Fuente: http://www.expansion.com/economia/politica/2017/05/22/5921b74ae2704ea1718b45ee.html