Este año está signado por dos hechos muy particulares. El primero: según el calendario Maya, que muchos han querido interpretar como el fin del mundo, anuncia que se termina un ciclo. El segundo: tenemos un año bisiesto, una particularidad que sucede cada cuatro años para corregir las diferencias en el calendario. Así que el mes de febrero tiene un día más.
Seguramente alguna vez te habrás preguntado ¿por qué cada cuatro años hay uno año bisiesto, cual es el origen de esta costumbre, y la explicación para que así suceda?
Los años bisiestos surgieron en el 45 antes de nuestra era, cuando el emperador romano Julio César creó un calendario que pretendía corregir la diferencia de casi seis horas existente entre la duración real del año civil de 365 días, y el denominado año trópico o solar, referido al tiempo que demora la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol (365 días, 5 horas y 56 minutos). También se proponía ordenar los diferentes sistemas existentes de medición del tiempo.
Para superar esa irregularidad, el soberano buscó la asesoría de un astrónomo nombrado Sosígenes, quien sugirió añadir al calendario Juliano un día adicional cada cuatro años en febrero. Pese a la modificación, el calendario tampoco quedó en orden, pues en la práctica el Juliano era 11 minutos y 14 segundos más largo que el año trópico.
Nada del otro mundo porque “la suma de 24 horas al conteo anual permite corregir el desfase que existe en la duración del año trópico, el cual es de 365 días, cinco horas, 48 minutos y 45.25 segundos”, explicó el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Manuel Mandianes.
Al pasar los siglos empezaron los problemas al desplazarse cada vez más el comienzo de la primavera en el año calendario, con respecto al año astronómico. Así por ejemplo, en 1582 el equinoccio de primavera en el hemisferio norte ocurrió el 11 de marzo y no el 21, como suele suceder.
Pero ¿por qué bisiesto?
En los tiempos de Julio César, el primer día de cada mes se llamaba calendas, el séptimo eran las nonas y el decimoquinto día eran los idus. En lugar de decir 28 de febrero, los romanos decían primum dies ante calendas martias (primer día antes de las calendas de marzo). El 27 de febrero era el secundum dies ante calendas martias (segundo día antes de las calendas de marzo), el 26 de febrero, tercer día y así sucesivamente.
Para introducir su novedad, el año bisiesto, Julio César intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las calendas, o sea entre los días que hoy son el 23 y el 24 de febrero. Este día adicional fue llamado bis sextus dies ante calendas martias, o sea, "segundo día sexto antes de las calendas de marzo" y el año que contenía ese día se llamó por eso bissextus.
A pesar de este ajuste, el calendario juliano todavía no era lo suficientemente preciso y en 1582 sufrió algunas modificaciones, impuestas por el papa Gregorio X, mediante la bula Inter gravíssimas, por la que se creó el calendario gregoriano, que rige aún hoy y, según el cual, los años de final de siglo, como 1700, 1800 o 1900 no son bisiestos, excepto cuando el número del siglo es divisible por cuatro, como ocurrió en 1200, 1600 y 2000.
Fuente: http://www.elcastellano.org/artic/bisiesto.htm
Estos textos ha sido extraídos de los libros de Ricardo Soca La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.
Seguramente alguna vez te habrás preguntado ¿por qué cada cuatro años hay uno año bisiesto, cual es el origen de esta costumbre, y la explicación para que así suceda?
Los años bisiestos surgieron en el 45 antes de nuestra era, cuando el emperador romano Julio César creó un calendario que pretendía corregir la diferencia de casi seis horas existente entre la duración real del año civil de 365 días, y el denominado año trópico o solar, referido al tiempo que demora la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol (365 días, 5 horas y 56 minutos). También se proponía ordenar los diferentes sistemas existentes de medición del tiempo.
Para superar esa irregularidad, el soberano buscó la asesoría de un astrónomo nombrado Sosígenes, quien sugirió añadir al calendario Juliano un día adicional cada cuatro años en febrero. Pese a la modificación, el calendario tampoco quedó en orden, pues en la práctica el Juliano era 11 minutos y 14 segundos más largo que el año trópico.
Nada del otro mundo porque “la suma de 24 horas al conteo anual permite corregir el desfase que existe en la duración del año trópico, el cual es de 365 días, cinco horas, 48 minutos y 45.25 segundos”, explicó el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Manuel Mandianes.
Al pasar los siglos empezaron los problemas al desplazarse cada vez más el comienzo de la primavera en el año calendario, con respecto al año astronómico. Así por ejemplo, en 1582 el equinoccio de primavera en el hemisferio norte ocurrió el 11 de marzo y no el 21, como suele suceder.
Pero ¿por qué bisiesto?
En los tiempos de Julio César, el primer día de cada mes se llamaba calendas, el séptimo eran las nonas y el decimoquinto día eran los idus. En lugar de decir 28 de febrero, los romanos decían primum dies ante calendas martias (primer día antes de las calendas de marzo). El 27 de febrero era el secundum dies ante calendas martias (segundo día antes de las calendas de marzo), el 26 de febrero, tercer día y así sucesivamente.
Para introducir su novedad, el año bisiesto, Julio César intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las calendas, o sea entre los días que hoy son el 23 y el 24 de febrero. Este día adicional fue llamado bis sextus dies ante calendas martias, o sea, "segundo día sexto antes de las calendas de marzo" y el año que contenía ese día se llamó por eso bissextus.
A pesar de este ajuste, el calendario juliano todavía no era lo suficientemente preciso y en 1582 sufrió algunas modificaciones, impuestas por el papa Gregorio X, mediante la bula Inter gravíssimas, por la que se creó el calendario gregoriano, que rige aún hoy y, según el cual, los años de final de siglo, como 1700, 1800 o 1900 no son bisiestos, excepto cuando el número del siglo es divisible por cuatro, como ocurrió en 1200, 1600 y 2000.
Fuente: http://www.elcastellano.org/artic/bisiesto.htm
Estos textos ha sido extraídos de los libros de Ricardo Soca La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.
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