Es fácil salvar un posible conflicto con dos
palabras bien dichas. Cuando en medio de una conversación el entrecejo
de la otra persona empieza a fruncirse, la bandera que anuncia la batalla se
alza y es entonces que hay que reaccionar antes de que salga la bestia para así
dominar la situación.
Sabemos cómo hacerlo con tu jefe, con tu novia,
con tu médico, o con el camarero que te sirve el café cada mañana. Atentos...
A tu novia
"¿Acaso necesito una razón para hacerte un
regalo?". A menos que efectivamente estés tratando de reparar con ese
detalle algún agravio que hayas cometido –o estés a punto de cometer–,
comprobarás cómo la espontaneidad y la generosidad son dos fabulosos
afrodisíacos para las relaciones sentimentales. Y si ya quieres hacerlo en plan
pro, cambia la frase por: "¿Acaso necesito un motivo para regalarte
flores?".
A tu mejor colega
"Tal vez no quieras escuchar esto, pero creo
que estás haciendo mal poniéndole los cuernos a tu novia". Puede que la
relación de amistad se tense durante algún tiempo, pero como amigos tenemos el
deber de recordar a nuestros íntimos la importancia de valores como la
caballerosidad, la confianza y la fidelidad. Lo que hagan después es asunto
suyo. Eso sí, cuando llegue la hora de llorar, siempre podrás entonar un
"te lo dije".
"Tal vez no sea nada, pero siento como un
bulto en mi…". Demasiados hombres mueren por enfermedades que son
perfectamente tratables si se diagnostican a tiempo. Ante cualquier síntoma
sospechoso, no tengas reparos, acude al médico y que te hagan una revisión
completa. Sí, puede que incluya un tacto rectal, pero ya se sabe. A los 40
años, o es por placer o es el médico…
"No te cortes, méteme caña, no escuches mis
excusas ni me dejes flaquear en mis series de abdominales". No es que te
la vayas a ligar haciéndote el Rambo, pero a los entrenadores les gusta ver que
sus alumnos se lo toman realmente en serio. Además, si vas al gimnasio a
vaguear, ¿para qué pagas 100 euros a la hora? Te saldría más barato tumbarte en
el sofá y te evitarías la vergüenza de pasear tus michelines por el templo del
culto al cuerpo.
"Perdona que esté nervioso, pero es la
primera vez que quedo con alguien que haya conocido en un chat". Si es
verdad, mostrarás tu lado más sensible, empatizarás con tu cita –lo normal es
que ella también lo esté– y despertarás su instinto protector. Si no lo es,
conseguirás igualmente que se sienta especial y, por añadidura, evitarás parecer
un depredador de la red que se pasa el día frente a la pantalla en busca de
carne fresca.
Al camarero de tu bar preferido
"Puedes quedarte con el cambio". Un
poco de calderilla no va a arruinarte y, además, no puede estar mejor
invertida. Con esos cobres que acaban molestando en el bolsillo te garantizas
un servicio eficiente y amable la próxima vez y, tal vez, alguna invitación que
otra. Como bien sabían los emperadores romanos, ser amable con aquellos que te
sirven la comida y la bebida no va a matarte; pero lo contrario, quién sabe…
A tu jefe
"¿Cómo podría hacerlo mejor?".
Prestarte voluntario para realizar tareas que no te han sido asignadas, asumir
responsabilidades y solicitar feedback sobre tu trabajo a tus superiores te
dará más puntos de cara a un ascenso que la inacción y la parálisis por miedo a
fallar. Si hubieras mantenido esta conversación hace diez años en la cama con
tu pareja, tal vez ahora serías feliz con ella en lugar de estar pasándole una
pensión.
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