Durante la Era Victoriana (segunda mitad del siglo XIX) se puso muy de moda entre las mujeres de la aristocracia el vestir con unas voluminosas faldas e ir embutidas en unos ceñidísimos corsés.
Pero
de la noche a la mañana, coincidiendo con la entrada en el siglo XX,
una serie de advertencias médicas ayudaron a que dicha vestimenta
cambiase radicalmente y los vestidos dejasen de ser tan abultados por la
parte de la falda y se cambiara los corsés por otros ceñidores de la
figura que no estrangulasen el torso de las mujeres.
¿El motivo?… se había llegado a la conclusión de que la transmisión de una de las enfermedades más contagiosas que existían y más vidas se había cobrado
(la tuberculosis) era llevadas hasta los hogares por culpa de las
voluminosas faldas, las cuales arrastraban toda la porquería que había
en el suelo.
Una
vez caía enferma la portadora de ese vestido, su salud no mejoraba (a
pesar de que se pudiera estar medicando) a causa de tener el torso
comprimido (cabe destacar que la tuberculosis ataca principal y
directamente a los pulmones).
Al
menos esta fue la conclusión a la que llegaron los facultativos médicos
de finales de 1800, en un momento en el que ya se empezaba a conocer
los motivos por los cuales se producían los contagios por tuberculosis gracias al descubrimiento del bacilo que lo provocaba por parte del médico alemán Robert Koch en 1882.
Hasta
entonces muchas habían sido las hipótesis sobre las posibles causas de
esa mortal enfermedad, la cual, a través de los años, había recibido
múltiples nombres: peste blanca, consunción, tisis, mal del rey, plaga blanca…
Infinidad
han sido los personajes célebres que a lo largo de la Historia han
fallecido a causa de la tuberculosis y entre los que perecieron en el
siglo XIX podemos encontrar al rey Alfonso XII de España (1885), Anna
Kingsford (1888), Gustavo Adolfo Bécquer (1870), Emily Brontë (1848),
Frédéric Chopin (1849), Marie Duplessis (1847), Napoleón II Bonaparte
(1832), Amanda Röntgen-Maier (1894) y un largo etcétera.
Durante la mencionada Era Victoriana muchos fueron los autores de la época que, ante el desconocimiento sobre cómo y por qué se producía la tuberculosis, quisieron darle un aire romántico a la enfermedad, estando muy vinculada durante un tiempo al mal de amores, los desengaños o la tristeza ocasionada por una infidelidad o abandono.
Incluso
se tuvo el convencimiento que uno de los momentos de mayor belleza de
una persona y el punto álgido de su creatividad se encontraba en los
momentos (días) más críticos de la enfermedad, cuando ya se convertía en
incurable.
Esa
belleza sublime que lucían las enfermas de tuberculosis fue también lo
que provocó que fuesen muchas las mujeres que, sin padecer dicha
enfermedad, quisiesen imitar los síntomas físicos de ésta, ayunando en
exceso para tener una delgadez extrema, además de coger anemia con el
fin de que la tez de sus rostros palideciese como el de las
tuberculosas.
Finalmente,
hacia finales del siglo XIX, y con algo más de cordura (gracias a la
divulgación que los científicos de la época pudieron hacer) se convenció
a la población para que cambiasen muchos de sus insalubres hábitos,
entre ellos el imitar el aspecto de quienes padecían tuberculosis y
dejar atrás la moda de ir encorsetadas y vestir voluminosas faldas.
Fuente: https://es.noticias.yahoo.com/la-curiosa-causa-por-la-que-se-acabo-la-moda-de-las-faldas-voluminosas-y-los-corses-combatir-la-tuberculosis-082123134.html
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