sábado, 12 de enero de 2019

Cuatro fenómenos sociales que tendrán impacto en la economía española

Varios fenómenos sociodemográficos van tener un fuerte efecto en el devenir económico de España en los próximos años.

MENOS HIJOS

Los últimos datos de natalidad no hacen más que confirmar un panorama muy oscuro. Tenemos menos hijos. Según la Estadística del Movimiento Natural de la Población del INE, en la primera mitad de 2017 (último periodo con datos disponibles) se produjeron en España 187.703 nacimientos, es decir, un 6,3% menos que en el mismo periodo del año anterior. Una tendencia que se inició en 2008, con el estallido de la crisis, que se interrumpió en 2014, y ha continuado los años posteriores, a pesar de la recuperación económica. El retroceso, además, es común en todo el país, ya que solo hubo aumentos en la ciudad autónoma de Melilla.
En el conjunto de la Unión Europea, España es uno de los dos países con menor tasa de fecundidad, de 1,34 niños por mujer en 2016, al igual que Italia. Esta cifra contrasta con los 1,92 niños por mujer que se dan de media en la vecina Francia y con los 1,6 de media de la Unión. También España es el país europeo donde se tiene el primer hijo más tarde, a los casi 31 años, frente a los 29 años de media de la UE, según Eurostat.


Además, las perspectivas no son muy halagüeñas. De acuerdo con las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, hasta 2065, la tasa entre las madres españolas no llegará al 1,4 hijos por mujer, aunque eso sí, entre las madres extranjeras que viven en España pueden superar los 1,9 hijos, una cifra más cercana a la media europea.
El elevado nivel de desempleo juvenil, las dificultades para encontrar un empleo estable y formar una familia, el complicado acceso a la vivienda y el golpe de la crisis económica, que se ha cebado con el colectivo que se encuentra en edad de tener hijos, son los argumentos que explican esta tendencia. Pero los analistas indican otros factores que también se deben considerar.
"El aumento de las familias con un solo hijo es el efecto lógico del aumento del coste de oportunidad de tener un hijo. Las economías conforme crecen y se desarrollan económicamente, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo remunerado, el mayor nivel de formación necesario para los hijos, el establecimiento del estado de bienestar y los cambios en las pautas de consumo, han provocado que las parejas tengan cada vez menos incentivos a tener hijos y cambiar esa tendencia va a ser muy difícil, al menos a medio plazo", explica José Luis Malfeito, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Julio Pérez Díaz, investigador en Demografía del CSIC, habla de la eficiencia reproductiva: baja la fecundidad porque crecen la supervivencia y la esperanza de vida. "Es fácil entender que el éxito reproductivo aumenta si la generación de hijos vive vidas más largas que la generación de progenitores. Incluso es posible una eficiencia mayor teniendo menos descendientes, si estos viven muchos más años", explica.
Destaca así "las enormes y profundas transformaciones que están experimentando las relaciones de género, visibles en la distribución del trabajo productivo y reproductivo en el ciclo de vida, en el declive del patriarcado o en la privatización de la sexualidad". Esta tendencia, explica, conduce a una estructura por edades novedosa con un peso mucho mayor de las personas que ya dejaron atrás el periodo fértil de su vida.

MÁS VIEJOS

Justamente es una consecuencia de la tendencia anterior. Pero también es fruto de la mejora de la esperanza de vida. Somos más viejos y eso puede ocasionar un shock económico sin precedentes.
En 2031, más de una cuarta parte de la población tendrá más de 65 años (un 25,6%), según las Proyecciones de Población 2016-2066 del Instituto Nacional de Estadística. Y este colectivo será aún mayor en 2066, para cuando el organismo estadístico prevé un tercio de los españoles por encima de esa edad. "La población centenaria (los que tienen 100 años o más) pasaría de las 16.460 personas en la actualidad a más de 222.104 dentro de 50 años", calcula.
"Ya ha nacido la generación en la que el 50% de los miembros llegarán a los 90 años. España es un país mayor", decía recientemente Rafael Puyol, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid, en la sesión "Demografía y Longevidad en España 2030", organizada por el Círculo de Empresarios y la Fundación Transforma España.
Además, este reto se complica con la próxima jubilación de la extensa generación del conocido como 'baby boom'. Aquellos nacidos en el boom demográfico de los años 60. Evidentemente, este fenómeno va poner a prueba al sistema público de pensiones. "El envejecimiento aumenta la tasa de dependencia. Los efectos de ello dependerán en gran parte de la evolución de la economía (crecimiento económico y aumento de la productividad) y de cómo se financie el consumo de los mayores", afirma Francisco Goerlich, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico e investigador del Ivie.
La consabida preocupación sobre el impacto del envejecimiento en las pensiones, junto con las indicaciones de los organismo internacionales, ha llevado a diseñar en los últimos años dos importantes y polémicas reformas del sistema público, a un creciente debate público y a la vuelta al foco mediático del Pacto de Toledo. Los economistas y políticos buscan la receta para hacer frente a este difícil examen, mientras que las protestas de los pensionistas se han incrementado en los últimos meses.
Pero hay más efectos. "El consumo también se puede ver alterado con ese envejecimiento, en tanto que la demanda de los grupos de edad más avanzada es diferente a la de otros grupos más jóvenes. En este sentido probablemente perderán peso en la actividad económica bienes y servicios vinculados al consumo joven y crecerán otros relacionados con el consumo propio del colectivo de personas mayores como los servicios geriátricos, la atención domiciliaria, el turismo especializado y los servicios médicos de fisioterapia y rehabilitación", dice Malfeito, que también destaca que las economías más deberán afrontar el reto del aumento del gasto social para cubrir las necesidades sociales que el envejecimiento de la población supone en materia de sanidad y de servicios sociales a la tercera edad.
Además, Javier Vega de Seoane, presidente del Círculo de Empresarios, apuntaba en las mismas jornadas que "una sociedad que envejece tendrá menos capacidad para innovar en un mundo en plena transformación en el que la innovación es más importante que nunca".
Julio Pérez Díaz cree que este envejecimiento fruto de la menor fecundidad es el paso lógico en una sociedad más evolucionada, con menos mortalidad, con más mujeres trabajando y mayor planificación familiar.
Pérez Díaz alerta del "alarmismo demográfico". En este sentido se han manifestado otros demógrafos en la Comisión del Pacto de Toledo en el Congreso de los Diputados. El director del Centro de Estudios Demográficos, Albert Esteve Palos, señaló que "España tiene una demografía todavía suficiente para sostener un sistema de pensiones y suficiente en idea de reparto". Juan Antonio Fernández Cordón, que ha sido demógrafo del CSIC, indicaba que "una población con menos jóvenes en edad de trabajar puede producir más que ahora. El margen de crecimiento de la tasa de empleo es grande" y aseguraba que "la demografía no es un obstáculo para crecer".
En cambio, el Banco de España alertaba recientemente de que el proceso de envejecimiento poblacional afectará al potencial inversor de las economías avanzadas. En concreto, aseguraba que "la inversión podría resentirse en la medida en que las tendencias demográficas adversas afecten a las expectativas de crecimiento potencial y a la evolución de la productividad, si bien el incremento relativo de la oferta de ahorro tenderá a inducir tipos de interés más reducidos. Los trabajos disponibles también han resaltado el hecho de que la innovación en una población envejecida podría ser menor, lo que reduciría la productividad marginal del capital y, por tanto, la inversión". No obstante, el organismo también señalaba que "algunos autores han destacado que el envejecimiento y el progreso tecnológico podrían llevar a un aumento de la intensidad del capital por trabajador, lo que requerirá mayores niveles de inversión, también como resultado del cambio relativo en el precio de los factores productivos, en un contexto de escasez del factor trabajo, de manera que el precio del capital se reduciría, en términos relativos".

VIVIMOS SOLOS

 

Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística son muy llamativos en este campo. Los hogares que más aumentan son los compuestos por una sola persona. En 2017, el número medio de hogares en España se ha incrementado en 66.700, la mayor parte de este incremento (49.100) ha sido de hogares unipersonales, que ya suponen el 25,4% del total.
Así, hay 4.687.400 hogares 'unipersonales, de un total de 18.472.800, frente a los 4.412.000 de un solo miembro que había en 2013 (de un total de 18.217.300). El impacto sobre el consumo y los servicios es evidente. Está por verse cómo afectará a la evolución del mercado de la vivienda.
Goerlich indica que se trata de una tendencia que se da en otros países desarrollados, pero no tiene por qué constituir un factor determinante que impulse, por ejemplo, al alza los precios de las viviendas.

MÁS INMIGRANTES

La población extranjera se ha incrementado un 3,2% durante, es decir, en 146.611 personas, hasta un total de 4.572.807.
Es el primer incremento desde el 1 de enero de 2010 y la tasa más elevada de crecimiento desde la registrada al inicio de 2008, cuando marcó una subida del 7,2%.
"Los últimos años han mostrado que los flujos migratorios son extremadamente sensibles a las condiciones económicas, de forma que lo que suceda dependerá de cómo evolucionen esas condiciones. Lo más razonable es que llegue inmigración relacionada con la búsqueda de mejores condiciones económicas que en sus países de origen, y los efectos serán diversos, por ejemplo sobre el mercado laboral puede cubrir una parte de los puestos de trabajo de baja cualificación", dice Goerlich.
Así, varios expertos consideran que la llegada de extranjeros puede situarse en torno al medio millón de personas los próximos años gracias a la recuperación económica.
Justamente los movimientos migratorios son para Fernando Encinar, jefe de estudios de idealista, un elemento clave para dinamismo del sector de la vivienda. "Cada vez son más las personas que están trasladando su residencia desde pueblos grandes o capitales de provincias a los mercados donde se está generando empleo, como Madrid, Barcelona, Valencia, la costa española o los archipiélagos. A este proceso se le suma la vuelta paulatina de miles de jóvenes que durante varios años se fueron al extranjero buscando una oportunidad laboral pero que ahora, con la recuperación económica y la mejora del empleo, están volviendo pero no a sus ciudades de nacimiento sino, de nuevo, a las zonas donde se crean puestos de trabajo. Estas dos migraciones de españoles, la interna y la externa, a la que hay que sumar un número cada vez mayor de extranjeros que escogen España como su residencia habitual, está suponiendo una enorme presión sobre el mercado inmobiliario de las zonas de acogida", asegura.
De hecho, los compradores extranjeros concentran en los últimos ejercicios una de cada cinco operaciones de adquisición de vivienda en España. En 2017, los foráneos compraron 100.095 viviendas en España, un 14,2% más que en el año anterior, según los datos del Consejo General del Notariado.
Para Gemma Pinyol, directora de políticas migratorias y diversidad en Instrategies e investigadora asociada del GRITIM-UPF, "cuando un país tiene un buen nivel de desarrollo, está interconectado con el resto de países del mundo y es, en definitiva, atractivo para empezar nuevos proyectos vitales, puede asumir que le llegará población migrante". ¿De qué tipo y qué características? "Esto depende principalmente de dos factores: las condiciones objetivas de los países de origen, y de cómo se gestiona las entradas en destino, añade.
Ahora, la economía española, aparte de convertirse en un destino más atractivo, puede ser una gran beneficiaria de la llegada de extranjeros. "En un horizonte demográfico como el que se espera antes de 2040, parece razonable pensar como posible solución el incentivo a la entrada de trabajadores inmigrantes, que puedan compensar el déficit de población activa futura y mejorar con sus cotizaciones la financiación de los sistemas públicos de pensiones", dice Malfeito. Hay que recordar que el inesperado boom migratorio (se pasó de 1 a 5 millones de extranjeros entre 2000 y 2008) de principios de siglo fue directamente responsable de la mitad del fuerte crecimiento del PIB español entre 2000 y 2005 (con un 3,6% de crecimiento medio anual), según cálculos de Moncloa.
Desde la autoridad Fiscal Independiente (AIReF) se apuntaba recientemente en la misma dirección. Su presidente, José Luis Escrivá, en una comparecencia en el Congreso explicaba que la salud de la Seguridad Social dependería de los flujos migratorios y también de elevar la tasa de actividad y fomentar la natalidad.
Por tanto, habrá que estar atento a la evolución de estos fenómenos, que pueden conducir a la economía en una dirección o en otra.
Fuente:  http://www.expansion.com/economia/2018/06/05/5b0bd915268e3e44068b4587.html
  • María García Mayo
  • César Galera (gráficos)

 



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