Millones de metros cúbicos de purines, que antes se reutilizaban para
producir electricidad, se
acumulan ahora en balsas o se vierten por el campo.
Los purines de cerdo, altamente contaminantes si no son tratados correctamente, se están acumulando en grandes depósitos o están dispersándose por el campo de forma descontrolada, lo que puede provocar la contaminación de acuíferos y otros problemas medioambientales. Es, según los expertos, una de las consecuencias más desconocidas de la reforma energética del Gobierno, y que ahora, en plenas turbulencias políticas, reaparece.
Todo empezó hace ya tres años, con la reforma de la normativa eléctrica, que supuso una revisión a la baja de las subvenciones en todo tipo de plantas de renovables, incluidas las instalaciones de biomasa o las de tratamientos de purines.
Los purines son los residuos que resultan de la limpieza diaria, con agua, de los excrementos de cada cerdo, mezclado con otros desechos que se acumulan en las granjas de porcino. Un 95% del material de los purines es agua. El resto son componentes como nitratos, fósforos y potasio. Hasta la entrada en vigor de la reforma eléctrica, en España funcionaban una treintena de plantas de tratamiento de purines, que adicionalmente usan el sistema de cogeneración para producir electricidad. Esas plantas gestionaban una buena parte de los purines generados en España. Con gas natural, se calentaban los residuos para su tratamiento, y ese mismo calor se reaprovechaba para generar electricidad. El problema es que con los recortes de la reforma, la mayor parte de las plantas de purines se hicieron inviables, dejándolas paradas. Sin una solución para el tratamiento moderno de los purines, estos han empezado a gestionarse como antiguamente: o se acumulan en depósitos cerca de las granjas a la espera que de que se vayan desecando, o se vierten en explotaciones agrícolas a modo de fertilizante.
El problema es que ahora, con España a la cabeza de Europa en el mercado porcino, esa solución clásica es insuficiente, ineficaz o altamente contaminante.
España es, en estos momentos, el mayor mercado porcino de Europa. Se calcula que existen 28 millones de cabezas. Se ha superado por primera vez a Alemania. España no solo tiene producción propia. También sirve de residencia temporal de ganado porcino de otros países, que usan este país solo como criadero, incrementando exponencialmente la producción de purines.
Se estima que un cerdo produce, de media, entre 3 y 5 metros cúbicos de purines al año, lo que supondría más de 84 millones de metros cúbicos para todos los animales al año. Suficiente para llenar más de 33.000 piscinas olímpicas.
El problema del embalsamiento de los purines es que su descomposición natural a cielo abierto produce grandes cantidades de metano, considerado por algunos peor que el CO2. El problema del vertido de purines es que el suelo tiene capacidades limitadas para asimilar y retener los componentes como los nitratos que poseen. Un exceso de estas sustancias produce procesos químicos como la lixiviación y la eutrofización, mediante los cuales se sobresaturan los acuíferos con esos productos, dando lugar a proliferación de algas. En definitiva, quedan contaminados.
El laberinto se complica aún más con una nueva sentencia del Supremo, que da la razón al recurso contra la normativa que recortó las subvenciones interpuesta por la Asociación de Empresas para el Desimpacto Ambiental de los Purines (Adap).
Fuente: http://www.expansion.com/empresas/energia/2017/05/23/5923343d468aeb904d8b4648.html
acumulan ahora en balsas o se vierten por el campo.
Los purines de cerdo, altamente contaminantes si no son tratados correctamente, se están acumulando en grandes depósitos o están dispersándose por el campo de forma descontrolada, lo que puede provocar la contaminación de acuíferos y otros problemas medioambientales. Es, según los expertos, una de las consecuencias más desconocidas de la reforma energética del Gobierno, y que ahora, en plenas turbulencias políticas, reaparece.
Todo empezó hace ya tres años, con la reforma de la normativa eléctrica, que supuso una revisión a la baja de las subvenciones en todo tipo de plantas de renovables, incluidas las instalaciones de biomasa o las de tratamientos de purines.
Los purines son los residuos que resultan de la limpieza diaria, con agua, de los excrementos de cada cerdo, mezclado con otros desechos que se acumulan en las granjas de porcino. Un 95% del material de los purines es agua. El resto son componentes como nitratos, fósforos y potasio. Hasta la entrada en vigor de la reforma eléctrica, en España funcionaban una treintena de plantas de tratamiento de purines, que adicionalmente usan el sistema de cogeneración para producir electricidad. Esas plantas gestionaban una buena parte de los purines generados en España. Con gas natural, se calentaban los residuos para su tratamiento, y ese mismo calor se reaprovechaba para generar electricidad. El problema es que con los recortes de la reforma, la mayor parte de las plantas de purines se hicieron inviables, dejándolas paradas. Sin una solución para el tratamiento moderno de los purines, estos han empezado a gestionarse como antiguamente: o se acumulan en depósitos cerca de las granjas a la espera que de que se vayan desecando, o se vierten en explotaciones agrícolas a modo de fertilizante.
El problema es que ahora, con España a la cabeza de Europa en el mercado porcino, esa solución clásica es insuficiente, ineficaz o altamente contaminante.
España es, en estos momentos, el mayor mercado porcino de Europa. Se calcula que existen 28 millones de cabezas. Se ha superado por primera vez a Alemania. España no solo tiene producción propia. También sirve de residencia temporal de ganado porcino de otros países, que usan este país solo como criadero, incrementando exponencialmente la producción de purines.
Se estima que un cerdo produce, de media, entre 3 y 5 metros cúbicos de purines al año, lo que supondría más de 84 millones de metros cúbicos para todos los animales al año. Suficiente para llenar más de 33.000 piscinas olímpicas.
El problema del embalsamiento de los purines es que su descomposición natural a cielo abierto produce grandes cantidades de metano, considerado por algunos peor que el CO2. El problema del vertido de purines es que el suelo tiene capacidades limitadas para asimilar y retener los componentes como los nitratos que poseen. Un exceso de estas sustancias produce procesos químicos como la lixiviación y la eutrofización, mediante los cuales se sobresaturan los acuíferos con esos productos, dando lugar a proliferación de algas. En definitiva, quedan contaminados.
Más vida útil
Además de la perspectiva medioambiental, en el problema de los purines también hay una óptica puramente financiera y jurídica. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha advertido que nuevos cambios en la legislación harán aun más inviable la continuidad de las plantas. En concreto, reducir de 25 a 15 años su vida útil. Si es así, dice la CNMC, la mitad de las 33 plantas de tratamiento de purines que existen en España cumplirán su vida útil este año. Recortar la vida útil supone reducir el número de años que estas plantas cobran subvención, y también incrementar sus costes de amortización. La CNMC ha abierto otro frente contra el Ministerio de Energía por este asunto, porque considera que los cálculos usados por el Gobierno para acortar la vida útil de las plantas son irreales. Para que tuvieran una vida útil de 15 años, las plantas de purines deberían estar trabajando a pleno rendimiento durante 11 meses seguidos al año. El PSOE no ha tardado en hacer piña con el sector porcino y se ha sumado a la petición ante el ministerio de Energía para que se vuelva a extender a 25 años la vida útil de las plantas.El laberinto se complica aún más con una nueva sentencia del Supremo, que da la razón al recurso contra la normativa que recortó las subvenciones interpuesta por la Asociación de Empresas para el Desimpacto Ambiental de los Purines (Adap).
Fuente: http://www.expansion.com/empresas/energia/2017/05/23/5923343d468aeb904d8b4648.html
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