Piedras del campo como mascotas y agua del grifo a precio de oro son
algunas de las ocurrencias que
contra todo pronóstico lograron ventas millonarias. ¿Milagro del márketing o es que las ideas tenían más miga de lo que parecía?
contra todo pronóstico lograron ventas millonarias. ¿Milagro del márketing o es que las ideas tenían más miga de lo que parecía?
¿Quiere lanzar una 'start up' pero no acaba de encontrar la idea de
negocio adecuada? No se desespere. El éxito no siempre pasa por ofrecer
algo mejor o más barato que la competencia. O crear un producto
disruptivo (lo que quiera que eso signifique). Y si no, que se lo digan a
Gary Dahl, que se hizo millonario en los años 70 vendiendo... piedras
del campo. El publicista estadounidense se encontraba en la barra de un
bar escuchando cómo unos amigos se quejaban de sus mascotas. Así que
decidió crear la única mascota que no requería cuidado alguno: Pet Rock.
La idea hizo gracia al público y aunque su éxito fue efímero, Dahl se
hizo millonario.
una idea de negocio que funcione no tiene por qué satisfacer una
necesidad funcional. A veces es suficiente con con que resuelva un
deseo. Wishbone es un ejemplo literal de ello. En Estados Unidos existe
la tradición de partir una espoleta de pavo en Acción de Gracias para
pedir un deseo. Como el pavo sólo tiene un hueso de esas
características, un emprendedor, Ken Ahroni, decidió fabricarlos en
plástico. Se hizo rico. "Es un negocio que resuelve un deseo y por eso
tiene sentido", dice Guerra.
La originalidad y el sentido del humor que emanan del producto son valores en sí mismos, ya que permiten al cliente identificarse con ellos. "Hay quien se enamora del concepto", comenta Francisco Torreblanca, profesor de ESIC. "Sea o no absurdo, es importante diferenciarse del mercado. Si no puedes competir por precio o diseño, hay que intentar ofrecer algo nuevo".
Por otro lado, Torreblanca destaca también la importancia del componente emocional. En el caso de Pet Rock, explica que Dahl "arropó" el concepto con aspectos que le aportaban un valor añadido: un par de ojos para humanizar la piedra, una cestita y un manual de instrucciones de 32 páginas, lleno de gags y juegos de palabras: "De ese modo, pasó de un producto que no tenía valor a crear algo emocional. Se puede vender cualquier cosa si se sabe cómo".
Algo así debió de pensar Craig Zucker, un emprendedor veinteañero que triunfó en 2008 vendiendo agua del grifo. Zucker se dio cuenta de que el agua de Nueva York era tan buena como cualquier agua mineral y decidió embotellarla y venderla a precio de oro. Lanzó así TAP'D NY, una start up que llegó a vender más de 50.000 botellas, cerrando acuerdos con 75 negocios de la Gran Manzana. La clave radicaba de nuevo en el componente emocional. En sus divertidos envases, TAP'D NY presumía de que "ningún glaciar había sido dañado para fabricarla", y que no había realizado "un viaje de 6.000 millas desde lo alto de alguna montaña lejana". De este modo, lograba asociar el producto a conceptos positivos como el consumo local, y por tanto ecológico, mezclado con la irreverencia y el sentido del humor.
Lo importante, por tanto no es la idea en sí, sino la acogida que pueda tener en el mercado o, al menos, en un determinado target. "Las start up no fracasan por tener buenos o malos productos. Fracasan porque no hay clientes", recuerda Guerra.
La originalidad, e incluso la extravagancia, pueden ser un primer paso para abrir un nicho de mercado. Pero también entraña sus riesgos. Para empezar, siempre le pueden copiar su idea. Además, el factor sorpresa acaba pronto. "Hay que que dar continuidad a esa originalidad, pensar qué otra cosa lanzar", dice Torreblanca. A menos que, como Dahl, le haya dado tiempo a hacerse rico antes.
Fuente: https://www.expansion.com/expansion-empleo/2019/11/19/5dce8a2ce5fdea145f8b4631.html
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