No
resulta ningún secreto que entre los grandes genios Kepler y Galileo no había
precisamente una relación cordial, ni personal ni en cuanto a las diferentes
concepciones astronómicas que ambos tenían. Pero aún así, no abundaban precisamente
personas en aquel siglo XVII versadas en ciencia por lo que a menudo, muy a su
pesar, estaban en contacto. Hay una anécdota divertida entre ambos pero no
demasiado extendida que cuenta que Galileo ante un descubrimiento de astronomía
decidió avisar a Kepler. Entre ellos utilizaban un código para enviarse
mensajes realmente curioso, tomaban el
texto en latín y lo descomponían en letras sin orden. El que recibía el mensaje
debía recomponer la sopa de letras en el debido orden para enterarse de lo que
le decían. Pues bien Galileo escribió:
S m a i s m r m i l m e p o e t a l e u m i
b u n e n u g t t a u i r a s
Kepler
esta vez, no conseguía entender lo que decía Galileo pero no iba a dar su brazo
a torcer fácilmente así que trabajó hasta que consiguió ordenar las letras de
esta forma:
Salue umbistineum geminatum Martia proles, es
decir, que según él le hablaba de algo relativo a unos hijos que tenía Marte,
por lo que entendió que le notificaba la existencia de unos satélites del
planeta Marte.
Pero
lo que Galileo había enviado realmente era: Altissimum planetam tergeminum observavi,
es decir, se refería a que el planeta más alto o más alejado, en alusión al
planeta Saturno en aquella época, tenía una forma determinada, que por cierto
era errónea como luego se descubrió.
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