sábado, 16 de febrero de 2019

El científico que, gracias a los piojos, engañó a los nazis y logro salvar la vida a cientos de judíos polacos

La anécdota sobre cómo el científico polaco Rudolf Weigl logro salvar la vida a cientos de compatriotas judíos, tras la entrada de los alemanes en el país, al mismo tiempo que mantuvo engañados a los nazis y todo ello lo hizo con la ayuda de cientos de piojos.
Rudolf Weigl era un reputado investigador que, en la década de 1930, desarrolló una efectiva vacuna contra el tifus epidémico. Gran parte de su trabajo se basaba en las investigaciones realizadas en 1909 por Charles Nicolle en el Instituto Pasteur de París.


Tras la invasión alemana de Polonia, Weigl se encontraba trabajando en dicha vacuna en el instituto que llevaba su mismo nombre en la población de Lwów (actualmente llamada Lviv y perteneciente a Ucrania desde tras finalizar la IIGM).
Si había algo que respetaban los nazis eran las investigaciones médicas y el hecho de que Rudolf Weigl hubiese desarrollado dicha vacuna (la cual debía mejorar y crear millones de dosis) hizo que los jerarcas del Tercer Reich decidieran dejarle trabajar a sus anchas, facilitándole todo lo que precisase.
El tifus se había convertido en una enfermedad epidémica que temían que pudiese afectar a los soldados y población alemana, de ahí que le permitieran trabajar cómodamente en su laboratorio e incluso que dispusiera de su propio radiotransmisor (algo prohibidísimo y perseguido).
El doctor Weigl rápidamente se dio cuenta que muchos de sus compatriotas polacos estaban siendo encerrados en guetos o llevados a campos de concentración (donde la mayoría eran aniquilados).

Por tal motivo ideó un plan para poder salvar el máximo de vidas, ya no solo con sus vacunas sino reclutando el mayor número posible de voluntarios que se sometiesen a las picaduras de piojos.
Como bien se sabe, una de las mayores transmisiones de la enfermedad del tifus es a través de los piojos, pero no por su picadura en sí, sino que son sus heces las que están contaminadas y se transmite/infecta en el momento que alguien se rasca y mezcla ese deshecho orgánico del insecto anopluro con la sangre.
Para ello realizó unas pequeñas cajas (que tenían un pequeño orificio en el reverso) en las que se colocaba un piojo (pulga, chinche, o garrapata) en cada una y que se ataban varias en las extremidades de los voluntarios con unas correas. Los insectos cuando ‘tenían hambre’ picaban a su alimentador y éstos, por mucho que le doliese dicha picadura, no podían rascarse, por lo que no contraían el tifus.
Weigl necesitaba tener miles de ejemplares bien alimentados de sangre de personas sanas para después crear todas las dosis necesarias para las vacunas contra el tifus.

Así fue como muchos de sus amigos y colegas se colocaron a trabajar como voluntarios alimentadores de piojos. Solo tenían que prestar el servicio unas pocas horas al día y el resto del tiempo volvían a los guetos en los que se les obligaba vivir. A través de ellos el científico pudo hacer llegar miles de dosis de la vacuna a personas en serio riesgo de morir de tifus (debido a la gran cantidad de piojos que había en esos lugares).
Como nota anecdótica, cabe destacar que uno de los voluntarios que se dedicaron a alimentar los piojos del laboratorio de Rudolf Weigl fue el célebre matemático Stefan Banach, quien iba a ser apresado por los alemanes pero que logró salvar su vida gracias a que el científico lo contrató en su instituto. Banach logró sobrevivir a los nazis, pero lamentablemente  falleció tras finalizar la IIGM a causa de un cáncer de pulmón.

Fuente:https://es.yahoo.com/noticias/el-cientifico-que-gracias-los-piojos-engano-los-nazis-y-logro-salvar-la-vida-cientos-de-judios-polacos-080940148.html

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