
“¿Cómo me va a coger a mí un toro? ¿Cómo? ¡Como no me tire un cuerno!” Ya ven cómo se las gastaban.
Pero la anécdota que más me divierte es una que cuenta que volvió de París diciendo que estaba defraudado porque nadie allí era capaz de entenderse con él en español, a pesar de las facilidades que según él daba, y contaba lo siguiente.
Al parecer iba dando un paseo por la ciudad cuando se le hizo la hora de comer y no encontraba ningún sitio cerca de donde estaba, por lo que como no hablaba ni una palabra de francés empezó a preguntar a todos los viandantes que encontraba a su paso si hablaban español. Al final encontró a un señor que le dijo que sí y el maestro le espetó según él mismo contaba:
“Meno
mal que he encontrao a alguien que hable españo, viva la madre que le parió.
¿Podría usté haserme el favó de indicame onde hay un figón pa jamá un poco que
tengo una jambre que no diquelo?” Según el maestro, se encontró con la sorpresa de que, a
pesar de que este señor decía hablar español, no supo entender la pregunta con
lo sencilla que era. Lo mismo le sucedió con otros interpelados.
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