Corría
el año 1904 en un hogar londinense. Allí vivía un niño de tan sólo cinco años
de edad que tenía un padre amante de la disciplina más exagerada que uno pueda
imaginar. Un buen día el niño cometió una pequeña travesura, no está registrado
qué fue exactamente pero según todos los indicios una tontería sin ninguna
importancia propia de un niño tan pequeño. Pero el padre de Alfred Joseph, que
así se llamaba el pequeño y que además profesaba una religiosidad radical,
temeroso de que su niño anduviera camino del fuego eterno, se fue a su despacho
y escribió una carta. A continuación llamó al pequeño Alfred y le ordenó que se
acercara a la comisaría de policía que estaba cerca de casa y le diera al
responsable que era amigo del padre la carta. Alfred se fue a la comisaría y le
doy la carta al comisario.
En la carta el padre había cometido la salvajada de pedir al comisario que
encerrara a su hijo de tan sólo cinco años aquella noche en la cárcel para que
mientras le encerraba le dijera que "así terminan los chicos malos" y
aprendiera la lección. Está claro que en realidad al que debían haber llevado
al Juzgado de Guardia y haber encerrado urgentemente es al padre, pero el caso
es que el pequeño Alfred fue llevado a una celda hasta la mañana siguiente.
Aquello marcó a ese niño para siempre como él mismo reconoció, causándole una
fobia a la cárcel. No obstante, aquel niño fue famoso, muy famoso, seguro que
ustedes sabrán quién era el pequeño Alfred si les digo que su apellido era
Hitchcock. Según muchos de sus biógrafos aquella experiencia infantil le marcó
tanto que las fobias creadas salieron a relucir en el comportamiento de muchos
de aquellos criminales que poblaron su filmografía

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